Martín Lousteau tiene varias particularidades como dirigente político. No solo que supo cambiarse de bandos a través de los años, sino que además se convirtió en un presidente partidario que hace todo lo contrario a lo que hacen sus dirigentes.
Una ironía operativa que pareciera estar alejada de toda lógica, pero que (en el análisis fino) encontraría una explicación bastante evidente.
El debate por la Ley de Bases lo expuso sobremanera en su rol tripartito: como referente opositor, como legislador y como titular de la Unión Cívica Radical (UCR) nacional.
El senador por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba) supo instalarse como una de las figuras antagónicas a Javier Milei. Ese mote le pesó, y mucho. La escena en la que tuvo que aclarar que daría quórum para la sesión de la semana que se termina fue el corolario de una de las semanas más complicadas que enfrentó desde que asumió al frente del radicalismo.
Se animó a impulsar el dictamen propio con el que sostendría su rechazo a la Ley de Bases. Una maniobra planificada que lo volvió a dejar aislado del resto de la bancada del radicalismo en la Cámara alta, del bloque de Diputados y, sobre todo, de los cinco gobernadores que se enrolan en el centenario partido: Alfredo Cornejo (Mendoza), Gustavo Valdés (Corrientes), Leandro Zdero (Chaco), Carlos Sadir (Jujuy) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe), su gran aliado en el mapa nacional de la UCR.
O sea, es el presidente de la UCR que vota en contra de lo que votan los legisladores que representan al partido que él dirige y se opone a la postura que consensuaron los mandatarios de los distritos que pertenecen al signo político que él representa.
CONTRARIANDO
Un dolor de cabeza para los convencionales, en realidad, para toda la orgánica y correligionarios que vieron con estupor cuando Lousteau fue elegido como titular de la fuerza.
Lo hicieron en detrimento de la jugada bien armada que había diseñado el correntino, Gustavo Valdés, con un armado territorial importante, con apoyos estratégicos, pero que no pudieron gravitar a la hora de torcer el perfil centralista de la mesa chica radical.
En la Rosada correntina reconocen que el gobernador, desde siempre supo que el Flaco jugaría de esa manera. Es más, lo padeció en carne propia cuando recibió críticas del legislador porteño por establecer un vínculo institucional con Javier Milei. «Me importa tres carajos lo que diga Lousteau», fue la sentencia de un mandatario correntino que ya olfateaba el lastre que Lousteau comenzaría a ser al estar sugestionado por aspiraciones individualistas para 2027.
Valdés tiene en el mendocino Cornejo un aliado en el sentido de que ambos reclaman que Lousteau dé un paso al costado. Pero los dos también son conscientes en que no es el momento para ello, por lo que están dispuestos a convivir con el Senador, al que no le dejan pasar el hecho de que no es de pedigrí radical.
Le reprochan privilegiar su posicionamiento político personal a comulgar con el reclamo de los seguidores de la UCR en distritos como Córdoba, Mendoza, Santa Fe o el interior de Buenos Aires, donde el voto antikirchnerista es más intenso, para darle gobernabilidad a Milei y blindar al país de la amenaza de una vuelta al modelo K.
En solitario y en la búsqueda
La estrategia personalista que diseñó Lousteau para contraponerse al modelo de Milei y ganar en la comparación con sus socios del radicalismo hizo crujir los cimientos de la centenaria fuerza.
Como ya había ocurrido en la discusión en el Senado del DNU de desregulación de la economía y del Estado que firmó el primer mandatario apenas llegó a la Casa Rosada, Lousteau no logró hacer equilibrio ni compatibilizar su rol de legislador opositor en el Congreso con el papel de titular del Comité Nacional.
Así, el ex embajador en Estados Unidos (durante el gobierno de Macri) y ex ministro de Economía (en la gestión de Cristina Kirchner), volvió a priorizar la construcción de un estilo individual y un proyecto personal a la tarea de amalgamar a las distintas ramas internas de la UCR
Dado el malestar que provocó su actitud en instancias cruciales para Milei, parece difícil que pueda liderar o reunificar al espacio con vistas a 2025, sin desplegar una táctica para coordinar posturas y tender puentes con sus adversarios internos.
OBJETIVO
Lousteau es apuntado por solo accionar inmerso en el «microclima» porteño, donde un sector del electorado se siente atraído por un discurso progresistas y donde Milei no logró sus mejores performances electorales, o que teje un presunto acercamiento al PJ porteño para los comicios de medio término del año próximo.
Vista su permeabilidad al kirchnerismo, del que supo ser funcionario, no es un secreto que podría establecer vínculos con algunas primerísimas espadas de Cristina Kirchner para proponer una avanzada en la Capital con él como estandarte, ensayando una especie de «remake» de lo que fue la primigenia versión K, con el radicalismo residual de aliado.