El Laboratorio de Ornitología y Mastozoología (Laboma), perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne), lleva adelante un proyecto de investigación orientado al relevamiento de aves y mamíferos en el establecimiento San Rafael. Este predio se ubica en las inmediaciones de Margarita Belén.
Con una superficie de 430 hectáreas, San Rafael combina la actividad ganadera con estrategias de manejo productivo sustentable, incluyendo un sector reservado como área natural privada. Esta articulación permite compatibilizar la producción con la conservación, lo que transforma al establecimiento en un espacio singular para la investigación científica.
La iniciativa surge a partir de un convenio entre la Unne y la Fundación Los Albardones, entidad administradora del predio. El objetivo central del proyecto es generar conocimiento científico riguroso sobre una zona poco explorada dentro del ecosistema del Chaco Húmedo, una región que históricamente ha recibido menos atención que el más estudiado Chaco Seco.
El área estudiada cuenta con una diversidad de ambientes notables: humedales, pajonales y bosques nativos como los de quebracho colorado y urunday. Estos componentes hacen de San Rafael una muestra representativa de la riqueza ambiental de la región, lo que refuerza su valor para la ciencia y la conservación.
La presencia de distintas unidades ambientales dentro del mismo predio permite el análisis comparado de especies en relación con sus hábitats, así como la observación del impacto que las actividades humanas tienen sobre las comunidades animales.
FAUNA SORPRENDENTE EN UN ENTORNO MIXTO
Las primeras actividades de campo arrojaron resultados que sorprendieron al equipo de investigación. «Los resultados logrados están mostrando una riqueza y diversidad de aves y mamíferos mucho mayor a la que esperábamos encontrar», aseguró Mario Chatellenaz, director del Laboma.
El trabajo incluyó diversas técnicas de observación: conteo de aves, caminatas diurnas y nocturnas, además de cámaras trampa que permitieron captar imágenes de animales esquivos. Estas herramientas fueron fundamentales para registrar tanto la presencia como el comportamiento de numerosas especies.
Entre los registros más destacados se encontraron aves rapaces de bosque, indicadoras de baja intervención humana en el entorno. Este tipo de aves requiere ciertas condiciones ambientales específicas para sobrevivir, como la disponibilidad de presas y refugio adecuado.
Además, las cámaras trampa revelaron la existencia de mamíferos como pumas, zorros, venados, monos y coatíes. «Relevamos un conjunto de especies que no creíamos encontrar en un área que se caracteriza por ser parte de un establecimiento ganadero», señaló Chatellenaz.
Estos hallazgos permiten ampliar el conocimiento sobre las especies presentes en ambientes productivos y destacan la capacidad de ciertas zonas para albergar biodiversidad, incluso en contextos donde coexisten con actividades humanas.
EL CHACO
HÚMEDO Y SUS PARTICULARIDADES
El estudio tiene una importancia especial al centrarse en el Chaco Húmedo, una región biogeográfica menos abordada por la investigación científica. «La región biogeográfica del Chaco Húmedo presenta características distintas respecto a otras áreas naturales protegidas en la provincia», explicó Chatellenaz.
Esta escasez de estudios sistemáticos limita el conocimiento sobre el comportamiento, la distribución y la ecología de muchas especies. La información generada por el proyecto aporta datos claves para llenar esos vacíos científicos.
Otro aspecto central del proyecto es su ubicación en un área de producción activa. Este enfoque permite repensar los límites entre la conservación tradicional y la vida productiva. «Es frecuente que tengamos la idea de que la biodiversidad se preserva en las reservas naturales o en áreas estrictamente protegidas, y la verdad es que gran parte de la biodiversidad queda fuera de esas áreas prístinas», señaló el investigador.
La experiencia de San Rafael muestra que los entornos mixtos pueden convertirse en espacios de conservación, si se aplican prácticas productivas sostenibles y se promueve una gestión responsable del territorio.