Tras la advertencias de la Cámara Argentina de Supermercados (CAS) y la Federación Argentina de Supermercados y Autoservicios (Fasa), sobre el aumento de las listas de precios, el referente local Miguel Simons afirmó que la situación es insostenible: «Estamos en un mercado recesivo, cuesta muchísimo mantener los volúmenes de venta, nuestra rentabilidad está en el peor momento, por lo menos que yo recuerde, de los últimos 50 años, y encima tenemos que soportar aumento de listas de precios», sostuvo en contacto con LA VOZ DEL CHACO.
El dirigente explicó que la volatilidad del dólar había generado una reacción inmediata de los proveedores, que trasladaron incrementos sin un sustento real en la demanda: «La mayoría de las listas vinieron con aumentos de entre un 3 y un 7%.
Las harinas, por ejemplo, tuvieron dos aumentos seguidos. Eso va a repercutir en toda la industria de farináceos: galletitas, fideos, panificados. Y el problema es que no podemos trasladar esos costos al consumidor porque la gente, al ver un peso más caro, se da vuelta o compra menos cantidad».
presión impositiva y laboral
Simons apuntó contra el peso de las cargas impositivas y las contribuciones patronales, que -según advirtió- resultaban imposibles de sostener para los comercios medianos y pequeños: «Casi el 40% o más del 40% del salario representa los aportes. Si el salario es de un millón, yo aporto $450 mil. Estamos llegando a un 50% del valor del aporte contra el valor del salario, eso es una aberración».
En esa línea, remarcó que la presión fiscal pone en desventaja a quienes cumplen con las normas laborales frente a la competencia informal: «Eso complica la situación de los supermercados, complica la situación de todo lo que tenemos empleados en blanco y nos saca de competencia con cadenas nacionales o internacionales que tienen otra espalda financiera. La carga impositiva y laboral nos asfixia».
Estrategias
de supervivencia
Consultado sobre cómo lograban sostenerse en este contexto, el referente supermercadista describió un panorama desigual: «Cada negocio es un mundo. Hay quienes aún pueden aguantar porque diversificaron sus inversiones, algunos hicieron inmobiliarias o tienen exportaciones, como el caso de grandes cadenas.
Pero en los supermercados de proximidad o medianos, que viven directamente de la rentabilidad, la situación es mucho más crítica».
La estrategia de muchos, reconoció, es priorizar los salarios y postergar otras obligaciones: «Nos atrasamos en el pago de impuestos, de servicios, de proveedores, porque tenemos conciencia de que primero hay que pagar al empleado.
Después, si sobra, pagamos al Estado y si sobra llevamos algo a la casa. Eso es lo que está pasando hoy en la mayoría de los supermercados de Resistencia y el interior del Chaco».
El impacto en los consumidores
El dirigente señaló que la caída del poder adquisitivo se reflejaba en la manera en que la gente compraba: «La venta se concentra entre jueves, viernes y sábado. Tres días de la semana son nefastos, no sacamos ni para pagar los sueldos.
Hoy el changuito de compras casi no existe en los supermercados de proximidad, apenas se ve en grandes cadenas o mayoristas. El ticket promedio nacional está en $30 mil, pero en supermercados chicos o medianos del Chaco ronda entre $9 mil y $13 mil».
Simons añadió que el uso de tarjetas de crédito y débito se convirtió en la norma: «El 70% de las ventas a nivel país se hace con plástico. La tarjeta de crédito representa el 62% o 63% de las ventas y la de débito un 28%.
Eso también ha provocado que los bancos enfrenten alta morosidad en los resúmenes. La gente compra para el día o para un par de días con lo que tiene en la mano, ya no hace compras grandes».
Costos de vida por
sobre los salarios
El supermercadista advirtió que el desfasaje entre ingresos y gastos se había profundizado: «El salario quedó muy atrás de los costos de la economía. No hablamos solo de comer, sino de servicios, internet, telefonía, luz, reparaciones.
Hoy arreglar un aire acondicionado o un auto es impagable. Ni hablar de la salud: por más obra social que tengas, una consulta cuesta entre $20 mil y $40 mil de coseguro. Los salarios no alcanzan y los costos suben sin parar».
A modo de ejemplo, describió la situación de los empleados de comercio: «Un empleado de comercio gana alrededor de $1 millón, y ese monto no le alcanza ni para lo básico, mucho menos si tiene que pagar un alquiler.
Al comerciante, en cambio, le cuesta muchísimo juntar $1 millón para pagar el sueldo más $450 mil para aportes. Una cosa es vender $10 millones y otra muy distinta es cuánto te queda de ganancia. Hoy, los márgenes son ínfimos».
Inflación, dólar y política
Simons también vinculó la dinámica de precios a la incertidumbre política y económica: «Siempre la movida del dólar, la presión o la especulación financiera, la expectativa de que pueda retornar un gobierno que maneje mal las finanzas, todo eso genera incertidumbre.
Una cosa es distribuir lo que hay y otra es distribuir lo que no hay. Eso influye en las expectativas de precios».
En cuanto a la gestión del presidente Javier Milei, sostuvo: «Si este hombre tuvo buena intención con la parte impositiva y laboral, de entrada le cortaron las manos en el Congreso.
No le permitieron hacer ningún tipo de reforma. A los seis meses ya le estaban trabando todo. Yo no sé si era la solución o no, porque no lo dejaron trabajar. Me queda la duda de qué hubiera pasado si lo hubiesen dejado desarrollar sus ideas».
Importaciones y
consumo selectivo
Sobre la presencia de productos importados, explicó que no tenían un impacto significativo en la canasta básica: «Hay algunos productos importados, pero no tienen buena rotación. En alimentos de consumo masivo no hay reemplazo de la producción nacional.
Sí ingresan delicatessen o productos suntuarios, pero en la canasta básica no veo galletitas, conservas o fideos importados que compitan con los nacionales».
rol social en crisis
Finalmente, Simons remarcó el papel de los supermercados como amortiguadores de la crisis, aunque reconoció que esa función estaba cada vez más debilitada: «Nosotros actuamos como un escudo protector para que los clientes sigan confiando, pero no podemos convalidar aumentos injustificados.
El problema es que si seguimos recibiendo listas con subas y el consumo no se recupera, muchos comercios no van a poder sostenerse. Y cuando cierran supermercados de proximidad, se pierde no solo empleo, sino también cercanía y confianza para los barrios».
«El referente concluyó con un mensaje a las autoridades: «Necesitamos que se frenen los aumentos especulativos, que se reduzca la presión impositiva y que se genere un plan claro para recuperar el consumo.
Los supermercados no somos formadores de precios, recibimos listas de proveedores y tratamos de trasladar lo menos posible al cliente. Pero la situación ya no da para más».