Radio Unne dialogó con Mauricio Pedersoli, neurólogo infantil y jefe del servicio de neurología del Hospital Ludovica de La Plata.
El médico compartió los ejes claves de su libro «Adictos en pañales», donde aborda la problemática del uso temprano y prolongado de pantallas por niños pequeños. Los problemas de adquisición del lenguaje, del aprendizaje ante el déficit de atención y trastornos de sueño son algunos de los riesgos.
El médico explicó que las características de las pantallas, como ser la luz brillante, los movimientos rápidos y sus colores intensos están diseñados para captar la atención; pero las consecuencias exceden un momento de distracción para los niños y de relajamiento para los adultos.
«Los chicos, especialmente menores de tres años, necesitan interactuar con el medio ambiente para poder desarrollar su cerebro de forma óptima. Necesitan tener experiencias múltiples sensoriales, que los miren a los ojos, que los toquen, que interactúen con la naturaleza, que les hablen; son momentos que propician la sinaptogénesis», detalló.
La sinaptogénesis es el proceso de formación de nuevas conexiones entre neuronas, lo que permite la creación de redes neuronales y la transmisión de información en el cerebro.
Se trata de un proceso fundamental para el desarrollo, el aprendizaje y la plasticidad cerebral. El médico aseguró que el uso de las pantallas interfiere de manera directa en este proceso, y que la exposición crónica altera el neurodesarrollo de los niños.
«Las pantallas hacen que el cerebro las detecte en el campo visual, pero como una amenaza; automáticamente los ojos y la cabeza giran hacia esa posible amenaza y ahí se empiezan a desencadenar dos fenómenos que son claves de entender», señaló Pedersoli en conversaciones con la 99.7.
El especialista explicó que el uso de pantallas genera un estado de alerta que libera un neurotransmisor específico llamado noradrenalina, con respuestas físicas como el aumento de la frecuencia cardíaca, de la frecuencia respiratoria y la dilatación de las pupilas: «Es como si el cuerpo se prepara para luchar, para huir. Se genera toda esa reacción de estrés agudo, que a veces te salva la vida; pero el estrés crónico enferma a los seres humanos».
«Las pantallas hacen que el cerebro las detecte en el campo visual, pero como una amenaza. Es como si el cuerpo se prepara para luchar, para huir. Se genera toda esa reacción de estrés agudo», dijo.
Por otra parte, el segundo proceso neurológico que se activa con el uso de pantallas es la modificación en el sistema cerebral denominado recompensa: se libera dopamina en grandes cantidades propiciando un placer sobrenatural y desencadenando la adicción al uso, en detrimento de actividades que son saludables para el desarrollo neurológico de los niños.
«Todas las consecuencias del uso de las pantallas en edades tempranas las vemos después en la Primaria. Es fundamental cuidar ese momento sagrado donde el cerebro necesita interactuar con el medio, porque se ve interrumpido de forma dramática con las pantallas», aseguró el médico y enumeró el incremento de problemas de adquisición del lenguaje, del aprendizaje ante el déficit de atención y trastornos de sueño.
Además, añadió: «El uso de pantallas táctiles retrasa la adquisición de motricidad fina: no tienen fuerza para mover después los dedos porque se acostumbraron solamente a usar uno para mover la tablet; tienen poca coordinación, menor experiencia con el ambiente, entonces no es raro que después les cueste muchísimo educación física o recortar con tijera, andar en bici, tomar el lápiz».
Consultado por las edades en las que es conveniente que los niños tengan contacto con las pantallas, Pedersoli aseguró que a nivel internacional las comunidades científicas han construido paulatinamente el consenso de que de 0 a 6 años, el contacto con pantallas debería ser nulo.
Ante el incremento en la última década del diagnóstico de trastornos del desarrollo; Pedersoli explicó que el uso desregulado de pantallas ya es entendido como un problema bio-psico-social.
Las consecuencias del uso de dispositivos digitales en edades tempranas están siendo estudiadas como un factor ambiental que incide en patologías vinculadas a la socialización, el lenguaje y el aprendizaje.
Con respecto a las recomendaciones, el médico amplió que de 7 a 12 años las pantallas pueden ser utilizadas una hora por día; mientras que para el rango etario de 12 a 16 años puede ser hasta dos horas por día y siempre con control parental. Evitar su uso en momentos familiares como las comidas y la exposición después de las 20 horas, para prevenir trastornos de sueño, son otros de los tips indicados por el profesional.
