La Plaza de San Pedro se llenó de emoción y fervor ayer, jueves 8 de mayo, cuando, a las 18:08, una columna de humo blanco emergió de la chimenea del Vaticano, anunciando la elección del nuevo Papa. La multitud congregada en la plaza estalló en vítores y aplausos, celebrando el histórico nombramiento de Robert Francis Prevost como el Papa número 267 de la Iglesia Católica, quien adoptó el nombre de León XIV.
Poco después del anuncio del humo blanco, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro y, con voz firme y solemne, proclamó: «¡Habemus Papam! Leo XIII!». La multitud, al principio confundida por la mención de un Papa anterior, pronto comprendió que se refería al nuevo pontífice, quien eligió el nombre de León XIV en homenaje a su antecesor del siglo XIX, conocido por su defensa de los derechos de los trabajadores.
Minutos después, León XIV apareció en el balcón, vestido con la tradicional vestimenta papal: muceta roja, estola bordada, cruz dorada y roquete. Su aparición fue recibida con una ovación ensordecedora por los miles de fieles presentes, quienes ondeaban banderas y cantaban himnos de alegría. El nuevo Papa, con una sonrisa serena, saludó a la multitud y, en un gesto de humildad, se inclinó en señal de respeto y gratitud.
BENDICIÓN APOSTÓLICA
En su primer discurso, León XIV expresó su gratitud por la confianza depositada en él y rindió homenaje a su predecesor, el Papa Francisco, quien falleció en abril de 2025. Con voz pausada y profunda, dijo: «Gracias, Santo Padre Francisco, por tu ejemplo de humildad y servicio. Continuaremos tu legado de amor y compasión». Luego, se dirigió a los fieles con un mensaje de esperanza y unidad: «Que la luz de Cristo ilumine nuestros corazones y nos guíe hacia un mundo de paz y justicia».
Tras sus palabras, León XIV dirigió a la multitud en una oración, recitando el Ave María en latín, mientras las campanas de la Basílica de San Pedro repicaban en señal de celebración. El ambiente en la plaza era de profunda emoción y recogimiento, con los fieles unidos en oración y reflexión.
La ceremonia concluyó con la bendición apostólica impartida por el nuevo Papa, quien pidió a los presentes que llevaran su mensaje de paz y amor a sus hogares y comunidades.
Inicia el papado de León XIV
La elección de León XIV no solo marcó un hito por su origen estadounidense, sino también por su profundo compromiso con la justicia social y el servicio a los más necesitados.
Su papado se perfila como una continuación del legado de su predecesor, con un énfasis renovado en la inclusión, el diálogo interreligioso y la defensa de los derechos humanos.
En los días siguientes, se espera que León XIV inicie su pontificado con una misa solemne en la Capilla Sixtina, donde recibirá el anillo del pescador y tomará posesión formal de su cargo como Obispo de Roma.
Su agenda también incluye encuentros con líderes mundiales y representantes de diversas religiones, con el objetivo de fortalecer los lazos de la Iglesia con la comunidad internacional.
Paz global
El Papa León XIV, dirigió una emotiva y poderosa invitación a la paz ante una multitud conmovida en la Plaza de San Pedro. «La paz sea con todos ustedes», pronunció con voz serena pero firme, evocando las palabras del Cristo resucitado al presentarse ante sus discípulos.
El saludo de Cristo, el Buen Pastor que entregó su vida por la humanidad, fue presentado no como una fórmula litúrgica, sino como un llamado a la conversión del corazón. León XIV insistió en que ese saludo debe romper las barreras geográficas, políticas y culturales que dividen al mundo. «Quisiera que este saludo de paz llegue hasta sus corazones, que alcance a sus familias, a todas las personas, donde sea que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra», expresó con ternura y claridad.
El Santo Padre no habló solo de la paz como deseo o consuelo espiritual, sino como una misión concreta que interpela a creyentes y no creyentes por igual. La paz -afirmó- no es un ideal lejano ni una utopía inalcanzable, sino una realidad posible si se acoge con humildad la voluntad de Dios. Su mensaje buscó despertar conciencia global sobre la responsabilidad compartida en la construcción de un mundo más justo, fraterno y pacífico.
En este contexto, el Papa profundizó sobre la naturaleza de la paz cristiana, diferenciándola de las formas pasajeras o superficiales de pacificación humana. Dijo que la paz de Cristo resucitado es una paz «desarmada, desarmante y perseverante», que no se impone por la fuerza ni por estrategias de poder, sino que brota del amor incondicional de Dios por toda criatura. Este tipo de paz -insistió- transforma desde dentro, con paciencia y verdad.
León XIV subrayó que esta paz no es una simple ausencia de conflicto, sino un poder espiritual capaz de desarmar incluso los corazones endurecidos.** La llamó un don que perdura aun en medio del dolor, las guerras y las injusticias. En palabras del Papa, es «una paz que no depende de los tratados ni de los equilibrios del mundo, sino del encuentro vivo con el Resucitado, fuente de esperanza y renovación».
Con tono emocionado, el Papa evocó la figura de su antecesor, Francisco, cuya voz -dijo- todavía resuena en la memoria de los fieles. «Todavía conservamos en nuestros oídos esa voz débil, pero siempre valiente, del Papa Francisco que bendecía a Roma», recordó.
El pontífice también instó a los líderes del mundo a escuchar el clamor de los pueblos, especialmente de los más pobres, desplazados y olvidados. Señaló que la paz debe tener un rostro humano: el del niño sin hogar, el del migrante que huye de la violencia, el de la mujer que lucha por dignidad, el del anciano que sufre la soledad. Para León XIV, la paz comienza cuando se reconoce al otro como hermano, no como enemigo ni amenaza.