Con lluvias, amaneció el 25 de Mayo, feriado nacional por la conmemoración de la Revolución de Mayo de 1810, fecha fundacional de la patria.
El clima otoñal marcado por una lluvia matinal aportó el marco ideal para rendirle homenaje a la historia con uno de los platos más tradicionales: el locro, un guiso que se remonta incluso más allá de la época colonial y que cada año reafirma su lugar como el sabor insignia de las fechas patrias.
Como ya es costumbre en cada aniversario de la conformación del primer gobierno patrio, en las calles, veredas, patios y cocinas se repitieron las imágenes típicas: grandes ollas humeantes, vecinos con taperes, y un aroma inconfundible que se colaba entre las persianas cerradas del feriado.
Carteles, reservas y
ollas llenas
Desde hace varios días, carteles artesanales colgados en avenidas, casas y comercios venían anunciando la esperada llegada del plato criollo, convocando a reservar porciones que, según el lugar, oscilaron entre los $8 mil y $13 mil. La demanda fue sostenida, y en muchos puntos las porciones se agotaron antes del mediodía.
Uno de los sitios tradicionales que mantuvo viva la costumbre fue la Peña Nativa Martín Fierro, que como cada año, ofreció locro, empanadas y pastelitos caseros, completando un menú infaltable para celebrar la fecha patria.
Del altiplano a
la mesa nacional
El locro tiene raíces precolombinas: un guiso de origen andino que se expandió por los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Perú, Chile y Ecuador. Con ingredientes básicos como el maíz blanco, zapallo, papas y porotos, fue adaptándose a cada región y época.
En la Argentina, la colonización aportó carnes de cerdo, chorizos, mondongo, transformándolo en una comida mestiza que sintetiza parte de nuestra historia gastronómica.
Otra de las razones que contribuyen a su popularidad, más allá de ser plato suculento y sabroso, es que se trata de una comida accesible, ya que sus ingredientes son los más económicos como los cortes de carnes osobuco, mondongo, tripas e incluso pata de chancho.
Por esto, en tiempo de la colonia fue un plato de los sectores más humildes, y hoy es un símbolo de identidad nacional, que se degusta con orgullo en cada efeméride, pero en especial cada 25 de Mayo, cuando recordamos el nacimiento de la Nación.
Sabor criollo, economía familiar
El locro no solo es sabroso y abundante, sino también económico y rendidor, cualidades que lo hacen ideal para compartir y para quienes buscan una oportunidad de generar ingresos en tiempos complejos.
Numerosos vecinos y emprendimientos familiares aprovecharon la fecha para cocinar en cantidad y ofrecer porciones por encargo.
Elaborarlo en casa implica tiempo, espacio y paciencia, por eso cada año, muchos optan por encargarlo: al mediodía, las calles se llenaron de personas con sus ollas y taperes, buscando porciones reservadas o el último resto caliente de alguna olla comunitaria.
El locro denso y sustancioso no solo abriga el cuerpo, sino también la memoria colectiva. Es mucho más que un simple guiso: es historia viva, un plato que une generaciones alrededor de la mesa, que remite a fogones y gestas, a la tierra y al pueblo.
Por eso, más allá de su origen ancestral, el locro ha sido adoptado como plato nacional en las celebraciones del 25 de Mayo y el 9 de Julio. Porque con cada cucharada no solo se saborea tradición: se celebra una fecha que marcó el rumbo de una Nación que, como su cocina, se forja entre mestizajes, luchas, aromas y sabores.