En su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos del pasado 28 de abril, el presidente Joe Biden aludió a la falta de confianza en los Estados Unidos que le transmitían los jefes de Estado con los que se comunicaba, desde su asunción, por lo que una tarea principal de su gobierno era la rápida restauración de la confianza en el liderazgo estadounidense.
En efecto, en su conversación telefónica con Erna Solberg, la estadista noruega directamente le dijo que la credulidad en Estados Unidos era a plazos y tenía una duración de 4 años.
Cuando durante la crisis de los misiles de Cuba el secretario de Estado, Dean Rusk, visitó a Charles de Gaulle para solicitar su apoyo, munido de toda la documentación fotográfica y de inteligencia sobre la presencia de instalaciones nucleares soviéticas en la isla, el Presidente de Francia le dijo que no le mostrara nada, que nadie podía dudar de que, si Estados Unidos estaba poniendo al mundo al borde de la guerra, tenía pruebas fehacientes.
El Presidente francés no era precisamente un amigo incondicional de la Casa Blanca. Eso cambió. La desconfianza del mundo en Washington probablemente se instaló de manera definitiva con la caída del Muro de Berlín.
Pero 10 años antes, en el decurso de la crisis petrolera, el 15 de julio de 1979, en un mensaje televisado, el presidente Jimmy Carter ponía el acento en la falta de credibilidad en el gobierno y era el tema central en su lucha en la «guerra de la energía».
La crisis de credibilidad, larga ya, tiene dos dimensiones; la falta de confianza interna condiciona a la externa y alienta el escepticismo, abriendo las puertas de las dudas a horizontes recelosos, ya que, como advertía Erna Solberg, el sistema y la realidad vigentes no permiten asegurar que en cuatro años no habrá cambios de rumbo radicales que dejen atrás posiciones asumidas.
Las consecuencias geoestratégicas de la vigorosa actividad que desarrolla la administración Biden en la proclamación de una doctrina y de la implementación de una política internacional divergente con la administración anterior merecen análisis particulares que en la complejidad caótica del mundo actual impiden certeza en cualquier prospectiva.
El liderazgo partidario quedará totalmente en manos de dirigentes leales al America First (Estados Unidos primero) y en pocos meses comenzará la campaña que ratifique la ideología derrotada en las últimas elecciones.
La tarea de Biden de recuperar la confianza parte del declarado principio de restaurar el «alma americana» sobre la que se edificó el imperio y derramó por el mundo, por los medios que fuesen, los testimonios de una Nación cuyo pueblo confiaba en su destino.
Hoy daría la impresión de que su propuesta es solo la de una parte que resultó triunfante en un evento electoral y se vislumbra un destino en que unos intentarán restaurar la democracia liberal y otros, con iguales chances, insistirán en el terreno de la democracia iliberal.
El «trumpismo» comienza a ratificar su condición de opción nacional y, aunque de momento por las ventajas parlamentarias y por los efectos de un triunfo reciente la administración esté apelando a todas sus fuerzas, la institucionalización en el Partido Republicano del pensamiento encarnado en Trump no facilitará las mejores intenciones de la actual administración en el largo plazo ante sus interlocutores globales y sus esfuerzos serán más costosos.
ULTIMAS NOTICIAS
- Zdero y Milei se consolidan con ocho bancas en la Legislatura
- Con una moderada participación, cerraron los comicios en Chaco: a las 19.30 se conocerían los primeros resultados
- Cedió la pérgola de un conocido bar de Resistencia y cayó sobre una mujer
- Carmen Delgado votó: «Instamos a los chicos, a los jóvenes y a los adultos a que vengan a votar»
- Votó Germán Báez: «Es necesario cambiar esta realidad»
- Magda Ayala: «Esperamos una participación del 55%»
- Votó Zdero: «La de hoy es una elección clave»
- Lucho Moser emitió su voto y destacó la gran oportunidad de elegir que tiene hoy el pueblo del Chaco