El gobernador Jorge Capitanich ofreció una extensa entrevista a la Agencia Paco Urondo, con el periodista Santiago Gómez. Lo saliente de esa charla, a continuación.
-¿Cómo es el modelo que usted está pensando para que la Argentina pueda afrontar sus problemas estructurales, como la restricción externa, considerando que si usted fuese candidato y ganase las elecciones deberá afrontar los pagos al FMI?
-Este es un período de reflexión, aún no tomé una decisión, pero como dirigente político de un espacio como el Frente de Todos es necesario entender que el análisis de los problemas que cada uno tiene en las provincias, en las regiones, en el país, forma parte de un compromiso de carácter colectivo y esto no es en detrimento de nadie, sino hacerlo de una manera respetuosa, como corresponde en democracia.
Tengo una excelente relación personal con el presidente y la vicepresidenta, la mejor relación con los funcionarios del gobierno, pero esto va mucho más allá, porque forma parte de una reflexión en base a la militancia política acreditada por muchos años.
Sobre lo primero que creo debemos reflexionar es que la Argentina vivió tres tensiones estructurales que condujeron a tres profundas asimetrías: la tensión entre gobernabilidad y calidad institucional, tensión entre estabilidad macroeconómica y crecimiento, y la tercera es la tensión entre inclusión social y distribución del ingreso. La dinámica permanente de estas tensiones degeneró en tres asimetrías permanentes en la distribución espacial del ingreso, entre las distribución funcional del ingreso y en la distribución intertemporal del ingreso.
En 200 años de historia argentina estos problemas se profundizaron en distintos escenarios, se corrigieron y estas políticas tendieron a corregirse o a agravarse. En primer lugar, debemos pensar que el sistema de distribución de la tierra en la Argentina fue de alta concentración, en una oligarquía terrateniente, de base parasitaria, que indujo a una industrialización tardía, que era una alianza estratégica con Inglaterra en el marco de la división del trabajo, un proyecto agroexportador con alta exclusión social. La distribución de la tierra es el germen del problema. ¿Eso lo podemos revertir? Bueno, tenemos un problema de limitación a la propiedad extranjera de la tierra, tenemos debilidad desde el punto de vista de la imposición tributaria a la propiedad. El impuesto inmobiliario rural y urbano está descentralizado en las provincias, en virtud de que se trata de un impuesto directo y esto está en compatibilidad con los artículos 4 y 75 de la Constitución. Hay un gravamen asimétrico en virtud de la valuación de la tierra en distintos lugares y ahí es donde vienen los mecanismos de imposición. ¿Por qué es una tarea compleja? Porque los que son productores agropecuarios se quejan de la carga tributaria por los derechos de exportación y en consecuencia eso genera puja entre el derecho a exportación que se centraliza en la nación y no se coparticipa y la capacidad contributiva propia del gravamen al impuesto patrimonial. Ese es un tema que en la Argentina no se debatió en profundidad.
Lo que queda claro es que hay una subvaluación desde el punto de vista patrimonial y una recaudación insuficiente en provincias y municipios, derivando esa transferencia al Estado nacional, agravando asimetrías en la distribución espacial del ingreso. Pero tenemos tres restricciones, primero la restricción externa, tenemos insuficiencia en oferta de divisas en el mercado formal, pero excedente de divisas en el mercado informal. La inestabilidad cambiaria, que es la fuente de nuestra inestabilidad macroeconómica de origen crónica, genera un déficit del sostenimiento de ciclos, ciclos de stop and go, es decir, de estabilidad y crecimiento.
Hay dos opciones: políticas de shock o gradualismo. En política de shock tiene que combinar múltiples variables para que efectivamente exista un shock de estabilidad, para que implique un aumento de oferta de divisas, para que eso genere un modelo de convergencia, porque los tipos de cambio múltiples son necesarios en el corto plazo, pero tendería a nivelarse cuando las productividades tiendan a integrarse en cadenas de valor. Pero para eso tenemos que tener dos temas resueltos, logística integrada y energía. ¿Cuánto tenemos de pasivos remunerados en el Central? Casi USD46 mil millones en pesos. ¿Qué propongo? Plan energético, necesitás no menos de USD10 mil millones, para generación de energías, eólicas, solar, para bajar el precio de referencia de la energía en el mediano y largo plazo, con el objeto de potenciar las cadenas de valor.
La Argentina tiene una masa de recursos calzados con cargos específicos de largo plazo que podés usar. Si vos tenés control de cambios y restricción, qué hacés con los excedentes en pesos, los tenés que invertir y si no tenés un problema de causación circular especulativa. Tenés que transformar esos pesos en producción de bienes, presentes y futuros, para establecer un equilibro macroeconómico de largo plazo. ¿Esto se resuelve solo declamando? No, necesitamos debatir una reforma constitucional, la integración de una Corte Suprema de carácter federal, los mecanismos de distribución de la capital. Francia debatió monarquía, república y en Argentina no pudimos debatir en profundidad estos asuntos.
-¿Cómo se acuerda con un sector para el cual el desarrollo industrial es contrario a sus intereses? ¿Cómo se les hace entender que no?
-No cabe la menor duda de que nadie se rinde a la entrega de sus propios privilegios por una cuestión patriótica, eso no ocurre en ningún lugar del mundo y no va a ocurrir en la Argentina. Eso también tiene que ver con el soporte de una masa crítica de poder y la capacidad de persuadir y convencer a ciertos actores. Una cuestión preocupante en la Argentina es la hiperconcentración del 3% de mayor nivel de ingresos, que generan una influencia decisiva en el sentido común de por lo menos el 50% de la población y eso sí me preocupa, porque promueve el languidecimiento de la capacidad de la acción colectiva de una sociedad marcadamente heterogénea.
Los movimientos como el nuestro, nacional, popular y democrático, lo que hacen es conducir una sociedad heterogénea a través de una cadena de equivalencias en base a un liderazgo en virtud de un rumbo determinado. Si uno toma de la revolución industrial para acá, las sociedades son cada vez más heterogéneas, no más homogéneas.
Si bien hay una mayor concentración urbana que genera ciertas condiciones de homogeneidad, desde el punto de vista del asentamiento territorial, la verdad es que la sociedad representa muchas heterogeneidades que no son fáciles de representar desde el punto de vista político.
Si uno toma los últimos 38 años de democracia del bipartidismo clásico PJ-UCR, desde la fórmula Alfonsín – Martínez / Luder – Bittel y ve qué quedó hasta la última fórmula Macri – Picheto / Fernández – Fernández, claramente hubo una transición del bipartidismo clásico, pasando por multipartidismo moderado, hasta lo que se denomina coaliciones opositoras.
A nivel mundial lo que vemos es que hay una hegemonía de base neoliberal, que promueve una agudización de la confrontación ideológica. La contradicción es entre democracia y corporaciones, que supera el liberación o dependencia, que supera el patria o colonia. Eso genera una polarización ideológica y una clara división entre incluidos y excluidos. Los incluidos se vuelven conservadores y los excluidos están fuera del sistema.
Estamos en la Argentina ante la necesidad de promover un debate preciso, que no asuste a nadie, que es una reforma constitucional, con un nuevo diseño del sistema republicano. ¿Desde cuándo tenemos república en Argentina? ¿Podemos plantear desde 1862? Y… con dudas. ¿1880, con Constitución aceptada por todos, sistema republicano y federal de gobierno? Pero con un voto masculino, calificado, que después se extendió con la ley Sáenz Peña en 1912 que erigió a Yrigoyen presidente en 1916. ¿Mitre fue un líder democrático y republicano en 1862 con el 4% de los votos calificados? Y… la verdad es que no era de una representación popular. Discutamos en serio.
-¿Cómo cree que se resuelve la cuestión de la organización interna del Frente de Todos?
-Eso implica la validación del voto popular respecto al ejercicio del liderazgo, a parte no hay que descartar nada en la Argentina hasta 2023, ni siquiera que Cristina sea candidata, eso nadie lo duda. Siendo o no candidata, lo importante es que estos temas se debatan.¿Cuál es el problema que tenemos? Antes de que Alberto asuma la Presidencia le transmití que me parecía que había que organizar institucionalmente el Frente de Todos.
Siempre transmito una cuestión que Perón decía: la unión soviética tuvo diferentes etapas, la toma del poder con Trotsky, la etapa doctrinaria con Lenin, la etapa dogmática con Stalin y la etapa institucional con Kruschev. Nosotros no tuvimos la capacidad de organizar institucionalmente el FDT. Le llevé una propuesta a Wado (De Pedro, ministro del Interior), se lo transmití a Alberto, pero no prosperó. También les transmití la idea de organizar el justicialismo como partido orgánico de otra manera.
El justicialismo tiene la particularidad de que el presidente es el conductor estratégico del espacio. Siempre hay una tensión entre partido, como herramienta electoral, y movimiento como dinámica de interacción de múltiples actores. Nuestra característica es que somos movimentistas, no tenemos un encasillamiento ideológico marcado, nos basamos en una doctrina con grandes principios y una metodología de construcción y de soporte de poder político. Estamos en un reduccionismo discursivo y un reduccionismo del debate público.
Muchas veces el debate se da a través de los medios de comunicación, en virtud de que el marco institucional no nos da el espacio para debatir políticas dentro del partido ni del frente. Conclusión: cuando no hay espacios de profundización del debate las válvulas de escape tienen que ver con participación electoral, cuando eso no debería ser así.
Capitanich insiste: pide mayor debate dentro del Frente de Todos
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