La Alianza para Vacunas (Gavi, por su sigla en inglés), de la Fundación Bill & Melinda Gates, creó el año pasado el Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax), como un «ambicioso e incomparable mecanismo para suministrar vacunas Covid-19 a todos los países del mundo». Abundaron las palabras de elogio por tal «iniciativa global, heroica y de solidaria equidad».
Covax, gestionado por Gavi y apoyado por la Organización Mundial de la Salud, se integró con 10 países ricos que pagarían sus propias vacunas y 92 países pobres cuyas vacunas serían financiadas con donaciones.
La idea original de Covax fue que ambos fondos (autofinanciados y donación) serían invertidos en el desarrollo de vacunas y, una vez que estas fueran conseguidas, se las distribuiría al mismo ritmo y de manera proporcional al tamaño de la población de cada país, rico o pobre. Hasta acá, todo bien… Sin embargo, la falsa ilusión y ancestral diferencia entre países participantes pronto mostró una mezcla de hipocresía y piratería.
En agosto de 2020, ya con vacunas disponibles y en veloces acuerdos bilaterales, Estados Unidos compró 800 millones de dosis (suficientes para vacunar al 140 por ciento de su población), la Unión Europea accedió a 500 millones de dosis y el Reino Unido, a 270 millones (equivalentes al 225 por ciento de su población), asegurándose el primer puesto en la fila.
Cuando Covax «pedaleaba en el aire», aumentó las concesiones a los países ricos en perjuicio de los más pobres. A comienzos de 2021, Covax entregó 600 mil dosis a Ghana, pero destinó 1.6 millones de dosis a Canadá y 500 mil, al Reino Unido.
Lejos de los propósitos iniciales de Covax y con explicaciones saturadas de eufemismos, se reiteró la promesa de que para 2022 tendrá 2.300 millones de dosis para todo el mundo: 500 millones para países ricos y 1.800 millones para países pobres, aunque esto no está asegurado. Este mecanismo recibió muchas críticas de la Institución Oxfam, de Médicos sin Fronteras y de Amnistía Internacional, que lo calificaron benévolamente como «muy ingenuo».
Por su parte, el Grupo de los Siete (G-7, representante del 70 por ciento de la economía mundial) comunicó que sólo entregará la mitad de las 870 millones de dosis prometidas para fin de año, lo que valió la crítica de Amnistía Internacional: «Es una gota en el océano…», «los líderes del G-7 han optado por las mismas miserables medias tintas y gestos insuficientes».
Mientras tanto, el representante de la Universidad de Duke (Estados Unidos) en el grupo Gavi declaró: «Los países ricos se comportaron peor que en las peores pesadillas. Todos sabían que los países ricos harían acuerdos bilaterales con las empresas de vacunas…», y advirtió que «el éxito de Covax está lejos de estar asegurado y los monopolios del conocimiento y de la producción -que benefician a un puñado de empresas- bloquean a los países pobres, mientras los países ricos usan su poder para adelantarse a la mayoría vulnerable a nivel mundial».
Lo anterior es solo una muestra del vigente y global hipercapitalismo neoliberal cuando supera naciones y gobiernos. Una realidad fáctica que no permite ser optimista, ya que su discurso falsamente orientado al bien común actúa en los hechos con sentido corporativo en beneficio de pocos, con su opulencia paralela al poder sobre el planeta y en decisiones que incluyen su poder de veto.
La frazada corta del proyecto Covax
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