El investigador de la Unne en Genética y Biología Molecular, doctor Horacio Lucero, participó de la Segunda Jornada sobre Agroquímicos Plaguicidas; reiteró los efectos nocivos para la salud y el medio ambiente del sistema productivo actual.
Investigadores y profesionales de la salud volvieron a plantear -con evidencias científicas- una situación sanitaria grave y creciente en la salud de la población a causa de los plaguicidas utilizados en la producción agropecuaria.
Si bien estas denuncias se expresan en diferentes escenarios más a menudo de lo que se tiene registro, no consigue por el momento en los sectores decisores una aplicación y control estrictos de las normas vigentes.
El último debate en este sentido se dio en la Segunda Jornada sobre Agroquímicos Plaguicidas. Verdades sobre Derivas y Daños a la Salud, organizada en los primeros días de marzo por Bios Argentina Nodo Tandil, con el auspicio de la Sociedad Argentina de Pediatría-Filial Tandil, y el apoyo de la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes Orgánicos Persistentes.
Uno de los disertantes invitados fue el investigador de la Unne en Genética y Biología Molecular, doctor Horacio Lucero, jefe del laboratorio de Biología Molecular del Instituto de Medicina Regional (IMR).
Referente en la lucha contra la utilización sin control de los agroquímicos, Lucero planteó con preocupación un problema sanitario creciente, inocultable y con varias aristas.
El investigador en su exposición dejó en claro no querer confrontar con el sector productivo, quien acusa «un ataque directo al crecimiento del país».
«No digo que hay que volver a los métodos de producción del siglo pasado, pero sí que hay que buscar un equilibrio que nos permita vivir en armonía con la naturaleza y los sistemas productivos. Hay muchas evidencias científicas que demuestran que esto es un problema transgeneracional, ya que se puede transmitir a las generaciones venideras», sostuvo Lucero.
evidencias científicas
Respecto a las evidencias científicas existentes, mencionó el trabajo desarrollado con especies centinela, a cargo del doctor Rafael Lajmanovich (UNL), que encontró malformaciones en anfibios muy parecidas a las que se encuentran en los niños.
«La exposición ambiental a los plaguicidas produce efectos biológicos que pueden ser agudos o crónicos. Hay un test de genotoxicidad que se realiza en laboratorio para medir la toxicidad crónica. Es importante este estudio porque nuestro organismo está expuesto a un paquete de sustancias -no solo agroquímicos- que pueden cambiar nuestro material genético», explicó el doctor.
«Se sabe que la exposición repetida a baja dosis afecta a todos los órganos del cuerpo, inclusive puede aumentar la manifestación de enfermedades genéticas, aun en generaciones posteriores», agregó.
Como parte del panel también estuvieron presentes el doctor Jorge Cabana, miembro del Comité Nacional de Salud Infantil y Ambiente; y la doctora Cristina Rondoletti, médica clínica con orientación en Endocrinología y Metabolismo.
Lucero relató la experiencia vivida en el laboratorio con casos de teratogénesis, es decir malformaciones en personas que se dan en la etapa de formación embrionaria. Técnicamente estos casos se producen cuando la cadena de ADN pierde su coraza proteica y le permite replicarse. En esa etapa los agentes medioambientales pueden producir alteraciones muy graves ocasionando las malformaciones.
«Las sustancias que pueden alterar el ADN tendrá efectos diversos según el período de formación del embrión en el que actúe. Si se da en las dos primeras semanas, el embrión se perderá con un aborto espontáneo. En otras etapas puede alterar el sistema nervioso central, la morfología cardíaca, los miembros superiores, la visión, etcétera. Cuando el factor medioambiental incide en el período fetal, hay malformaciones menores, como el labio leporino, paladar hendido y alteraciones en los genitales», explicó.
«Llevo estadísticas de estudios de cariotipo en el laboratorio. Este análisis permite ver las anomalías cromosómicas. Curiosamente un gran porcentaje de los pacientes les daba un estudio cromosómico correcto, pero físicamente presentan serias malformaciones», agregó el profesional.
comprobación
Un estudio presentado por el equipo del doctor Lucero, que fue premiado en el Congreso Nacional Bioquímico, demostró una estimación del daño genético en personas expuestas a productos químicos y agentes genotóxicos, es decir aquellas sustancias que pueden unirse directamente al ADN causando mutaciones que pueden derivar o no en enfermedades oncológicas.
El estudio se realizó en diez pacientes de los cuales cinco están regularmente expuestos a los agroquímicos en zonas productivas del Chaco y los restantes -habitantes regulares de Resistencia- fueron tomados como grupo control.
Los resultados arrojaron un curioso detalle: se hallaron rastros de glifosato y Ampa en todas las muestras de orina, incluso en las personas del grupo control que vivieron siempre en Resistencia. Según el equipo de investigadores «esto abre la hipótesis de que la vía de ingreso de estos agroquímicos sería a través de los alimentos contaminados».
En un par de oportunidades el investigador de la Unne dejó en claro que sus descripciones no formaban parte de un relato. «Estamos con un problema muy serio, al que tenemos que encontrarle solución entre todos, incluida la gente del campo. No son en contra de un sector estos pronunciamientos públicos, sino a favor de todos».
Para Lucero, el efecto de los agroquímicos en la salud, además de ser un problema negado por distintos sectores, «es silenciado por los medios de comunicación y está impuesto por el cambio de modelo agropecuario, que llevan al incumplimiento de muchas leyes vigentes que son perfectibles, pero que si se respetaran serían de gran protección para la salud de la población».
Concienciación
Este llamado de atención que esgrime desde hace más de diez años desde el sector científico y de la salud, también fue reconocido por el Inta en un documento elaborado en 2015. En ese dossier sugieren textualmente: «Informar a los organismos decisores de políticas públicas los resultados que obtenemos, para asegurar la producción de materias primas y alimentos sin afectar la salud de la población».
También datos disponibles a nivel internacional como el registro de la ONU de la Relatora para la Alimentación y Agricultura de la Faostat, da cuenta del incremento del uso de plaguicidas en la Argentina en el período 1990-2015. Ese crecimiento exponencial es a expensas de los herbicidas, dentro de los cuales está el glifosato, agroquímico cuestionado por sus volúmenes de uso.
De igual forma un trabajo publicado recientemente por el Centro Latinoamerican o de Investigaciones Agroecológicas señala que en todo el mundo se aplican 2.300 millones de kilogramos de pesticidas cada año, menos del 1% de los cuales alcanza las plagas objetivo. La mayoría termina en los sistemas de suelo, aire y agua, causando daños ambientales y en la salud pública.
«Sin dudas el método más eficaz para reducir la exposición a los productos químicos tóxicos es abandonar la agricultura industrial. El modelo agrícola dominante resulta sumamente nocivo, no solo por el daño que causan los plaguicidas, sino por los efectos en el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica y la incapacidad para asegurar la soberanía alimentaria», advirtió.
Un caso de muestra
El jefe del laboratorio de Biología Molecular del Instituto de Medicina Regional (IMR), Horacio Lucero, para ejemplificar la situación que intenta combatir, explicó el motivo que lo llevó a modificar su ejercicio profesional y enfocarse en una cruzada en contra de los agroquímicos y en el actual modelo de producción de alimentos con semillas genéticamente modificadas. «En 1993, un día como cualquiera, llegaba una joven madre a mi laboratorio para que le realizara un estudio genético a su niña de 20 días. La derivación médica solicitaba que realizara a esa beba un estudio de cromosomas. Fue muy duro el impacto cuando al momento de acostarla en la camilla para proceder a extraerle sangre, constaté que le faltaban ambos brazos y tenía la pierna izquierda más corta. Desde ese momento no pude abandonar este tema».
Para el doctor Lucero, la forma de producción actual de alimentos hace que se tenga una cantidad muy importante de plaguicidas en el medio ambiente, inclusive en las aguas donde viven las especies centinela como las ranas u otros anfibios. «Hay trabajos científicos que demuestran en anfibios las mismas malformaciones anatómicas que yo pude ver en varias oportunidades».
Agroecología: la alternativa
El investigador de la Unne en Genética y Biología Molecular, doctor Horacio Lucero, señaló que la alternativa a este modelo de producción de alimentos actual es la agroecología. «Está basada en tres pilares fundamentales: socialmente justa, ambientalmente sustentable y económicamente rentable. Los campos sin campesinos, tal como vemos actualmente, pueden volver a repoblarse tal como los veíamos décadas atrás», aseguró.
«Muchas veces me preguntan por qué seguir dando esta batalla tan desigual y qué se puede lograr, siendo que del otro lado hay intereses económicos tan grandes. Yo les respondo que hace 50 años estábamos con el hábito de fumar. Las tabacaleras nos decían que fumar era la moda, los mismos profesionales de la salud invitaban a fumar promoviendo algunas marcas de cigarrillos. Tuvieron que pasar muchos años y muchas muertes a causa del cáncer de pulmón para que ellos mismos tuvieran que admitir en los paquetes de cigarrillos el efecto dañino que estaban produciendo a la salud», recordó.
«Yo los invito a que pensemos qué modelo de país queremos, qué les estamos dejando a las generaciones futuras y, fundamentalmente, los quiero invitar a que podamos sumar entre todos».