Por Silvio E. Buittoni
Hace tres años, una chaqueña, Virginia Riera, decidía dejar todo lo que tenía -hacía años que era la número «1» del país; tenía trabajo en Resistencia, familia, amigos-, y arriesgarse a perseguir su sueño. ¿Cuál era? medirse con las mejores del planeta. Y para hacerlo, tenía una única opción: integrarse de una vez por todas -ya lo había hecho, pero de manera esporádica, participando en algunas etapas, aisladamente-, al prestigioso Worl Pádel Tour (WPT), el Circuito Mundial de Pádel. Algo así, como para ubicarse, como la NBA del pádel.
Y tras vender todo, reunió lo necesario -no solo económicamente, sino también todo lo demás intangible, como el valor-, para emigrar a Europa, más precisamente a España. Y allí, haciendo uso de una de las costumbres locales, pudo alquilar una habitación -sí, leyó bien, una habitación, no un departamento-, para comenzar de cero.
Fueron muchas las etapas que debió ir atravesando Virginia hasta conseguir lo que ayer logró: su primer título en el WPT. Desde el cambio de la pareja inicial, luego de la segunda hasta llegar a la que ahora le permite ser campeona.
En el medio, hubo muchas, muchas otras facetas -como jugar para un equipo de Italia en el torneo nacional de clubes tano- en el afán de poder seguir viviendo en España y con ello seguir pudiendo participar de sus primeras temporadas completas en el circuito femenino. Incluso, debió soportar -como todo el mundo-, la pandemia del Covid que amenazó con arruinar lo que en definitiva fue su tercer año «completo» en el WPT.
Y mientras, ella trabajó y trabajó, logrando ir avanzando además en las instancias de las diferentes etapas o torneos que constituían cada circuito-temporada. Fue tan difícil todo que, a pesar de colocarse ya en el Top 20 -el 2020 lo cerró como la 17ª mejor jugadora del mundo-, sus accesos a cuartos de final eran contados con los dedos de una mano.
Pero comenzó 2021, y con Patty Llaguno, acceder a esa instancia se constituyó en una «costumbre». Incluso más allá de la decepción del torneo anterior cuando una lesión de Patty hizo que debieran abandonar cuando buscaban su primera semi. Y ahora llegó Vigo, donde el puente a cruzar otra vez era el del viernes, «hogar de los cuartos de final». Y lo hicieron accediendo así a su primera semi. Y en semi volvieron a ser «intratables» para ponerse cara a cara en la definición con las actuales «1» mundiales. Y allí, Vir y Patty ratificaron su calidad y hambre de gloria para hacerse de ésta con su primer título.
El primero como dupla y el primero para Virginia que vio ahí, en esa conquista, un pedazo del sueño por el cual abandonó todo acá en su lejano, pero querido Chaco. Y se lo merece, como se merece lo mucho más que seguramente conseguirá esta verdadera personificación de la inspiración cuando de vivir y superación se trata.
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