A partir de mañana, se entra en la cuenta regresiva para que las cámaras del Congreso de la Nación den luz verde a las iniciativas del Ejecutivo, que espera llegar al 25 de Mayo con los instrumentos legislativos que permitan refrendar en Córdoba el llamado Pacto de Mayo. El Presidente viene, hasta ahora, «con viento a favor», con indicadores económicos que hacen que su ponderación social siga con crédito favorable. El viernes a la madrugada, se reunió en Ushuaia con dos enviados de Joe Biden, en un encuentro de alta significación preparatoria de una cumbre bilateral -aún sin fecha- que se llevará a cabo en la Casa Blanca. Milei destacó que la relación es con los Estados Unidos, mas allá de si ganan los republicanos o los demócratas. No dejó de mencionar la relación con Israel como prioritaria en lo que es la política exterior del país. El Presidente cuidó además su relación con China. Apostó a una base mixta, de carácter científica en el Sur, en la que chinos y norteamericanos sean partícipes como forma de despejar las dudas que se generaron en los últimos días. La misma apertura se observará con Brasil, con expectativas ciertas de una cumbre entre los mandatarios, luego de señales alentadoras de ambos lados.
Por CONFUCIO
En tres días el Gobierno cumplirá su cuarto mes de gestión. Habrá insumido la doceava parte de su mandato. Pasaron los 100 días que -históricamente- se les dan a las nuevas gestiones y se los conocen como la «luna de miel». El desafío -ahora- es «pasar el otoño», parafraseando a aquel Ministro de Economía que, hace varias décadas, instaló aquello de que «había que pasar el invierno», con la realidad que los logros no consolidaron su gestión. Todo está por verse. Un final abierto con una gestión que va mostrando resultados que parecían inimaginables. El interrogante de hasta dónde la gente aguanta las políticas de ajuste que llegaron a todos los sectores. No dejan de ser saludables, en la medida en que la realidad de una economía sincerada obliga a reformular las prioridaades, optimizar los recursos y administrar con mayor racionalidad el gasto, haciendo valer el poder de compra que permite que las reglas del mercado funcionen bajo el celoso control de la propia gente, único mecanismo apto para evitar las distorsiones que con mayor razón se producen en tiempos de una inflación descontrolada. Por estos días, Javier Milei, que fue producto de la crisis del sistema político y de los desvaríos del Gobierno anterior, así como de quienes, siendo los opositores se consideraban números puestos (con la elección ya ganada) varios meses antes, muestra que el acompañamiento de gran parte de la sociedad que lo ungió en la segunda vuelta sigue apostando a él. Algo que llama al análisis y la reflexión en medio del ajuste que, tal lo prometido, viene llevando a cabo bajo el irrenunciable objetivo de llegar y mantener el déficit cero para eliminar la emisión, nivelar las cuentas públicas y desterrar el endeudamiento que gobiernos tras gobiernos ha ido creciendo para mantener la pesada estructura de un Estado tan ineficiente como ausente. Está claro que, más allá de las ideologías, hay realidades. Las matemáticas son matemáticas y dos más dos es cuatro, acá y en la China. Los estados, como las empresas y las familias deben ajustarse a un presupuesto con la racionalidad propia de buenos administradores. No hay secretos. Alguien que gasta más de lo que gana o ingresa no puede terminar bien. En el caso del Estado, hay algo que sobresale. El déficit que se genera en esa ecuación perversa sólo puede cubrirse de dos formas. Una, con emisión monetaria. La otra, con endeudamiento, lo que genera condicionamientos, dependencia y el pago de intereses que gravitan aún más, como gastos, que se suman a los ordinarios de la gestión. En esto hay que ser objetivos en el análisis. La anterior administración dejó el país al borde de la hiperinflación. Con una espiral inflacionaria producto de una emisión descontrolada, en el marco del llamado «plan platita», donde el Ministro, siquiera el Presidente, contó con superpoderes de cuyo abuso surgió el aumento del déficit a niveles muy distintos de los acordados apenas días antes con el Fondo Monetario Internacional. Estaba claro que cualquiera que resultara ganador debía dar un giro de 180 grados. De hecho, los tres candidatos prometían, a grandes rasgos, las mismas cosas. Sólo que toda promesa y la ejecución de las medidas consecuentes deben tener un marco de credibilidad que permita que los mercados las vean posibles, y que la gente está dispuesta a acompañar. Para el peronismo quizás, antes que nadie, la situación sobreviniente no deja de ser alentadora a futuro. Este interregno permite generar mejores condiciones no sólo para el justicialismo, sino para que el sistema político funcione en armonía con reglas de la economía acordes a la realidad de los tiempos. Alguien debía hacer «el trabajo sucio» que posibilitara un futuro mejor en el que la clase política que sobrevenga a esta crisis esté acorde con la responsabilidad de los tiempos. Se impone un recambio dirigencial. En todos los niveles no sólo el político. Han sido décadas dominadas por la mediocridad, donde las responsabilidades compartidas de los unos y los otros dieron lugar a la irrupción «del llamado hombre gris», producto de las crisis profundas en los distintos espacios. En estos tiempos vendrá un proceso de oxigenación y depuración. Para ello, nada más importante que repasar los sistemas electorales. Ahí, donde se genera la crisis de representación por los procesos mentirosos de selección de candidatos, donde la falta de democracia interna y la propensión irrefrenable al dedo ha llevado a que, en todos los frentes, sin excepción, tanto nacionales como provinciales, hayan surgido exponentes que no satisficieron las expectativas sociales que encontraron, en el discurso libertario y en el personaje, «la vía de escape» a las frustraciones acumuladas. En este corto tiempo, el Gobierno nacional, guste o no, puede mostrar resultados. Los mercados vienen dando una fuerte cuota de apoyo, con indicadores relevantes que generan expectativas y que trascienden las fronteras. A ello se suma algo que no es menor, que es la confianza que genera en la gente y el acompañamiento de un porcentaje mayoritario, dentro del cual se destacan nítidamente los jóvenes y, en especial, los del género masculino. Banda etárea de entre 16 y 29 años, que son claramente determinantes en la base poblacional. En análisis queda para los sociólogos y los politólogos. Lo que sobresale, en una lectura rápida, es que la gente estaba cansada de los unos y de los otros. Todos habían fracasado y agotado su discurso con reproches recíprocos, muchas veces públicos y en tonos impropios que habían distanciado aún más a la clase política de sus naturales representados. El peronismo como movimiento nacional no se vio interpretado ni por la gestión presidencial de un hombre impuesto por el dedo, sin trayectoria ni militancia, ni por un Ministro perteneciente a un partido aliado, que fue producto de un «golpe palaciego». El denominador común es el hartazgo con los políticos, una contradicción que ha sabido explotar con notable profesionalidad el candidato libertario. A fuerza de golpes de efecto, cuidadosamente estudiados y de su afición a las redes sociales, ha logrado lo más difícil para un novel político, que es romper la natural indiferencia del cuerpo electoral de la Nación, siempre refractario al discurso tradicional de los políticos que no se han acomodado a los nuevos tiempos. Hay indicadores que no pasan desapercibidos. El hecho de que, contra todos los pronósticos, se ha desarmado la impresionante bola de las Leliqs dejada por Sergio Massa, que era absolutamente inmanejable por la progresión exponencial de la deuda como consecuencia de los altísimos intereses que devengaban. A ello se suma: 1) Haber disipado el fantasma de la hiperinflación que asomaba como inevitable. 2) La baja progresiva de la inflación, que este mes estaría alrededor del 10%, a pesar de la incidencia del sinceramiento por la quita de subsidios. Alienta la esperanza tanto más cuanto se anticipa una tendencia descendente que podría hacer que los registros de los próximos meses continúen a la baja y hagan la realidad de las expectativas del principal banco de los Estados Unidos, que anticipó no sólo la vuelta de Argentina a los mercados del exterior, sino que en 2025 la inflación del año podría bajar al 40 por ciento. 3) La baja del riesgo país, que llegó a estar en los 4 mil puntos y que cerró el último viernes por debajo de los 1.300, en una línea descendente desde el 10 de diciembre. 4) La compra de dólares que se realiza jornada tras jornada. Sólo en la última, 462 millones de dólares, con lo cual se llegó a acumular la suma de 12.200.000.000 de dólares que hicieron que las reservas pasen de ser negativas a positivas. 5) La continua baja del dólar blue, quizás el más claro indicador del nivel de confianza de la gente. La última jornada cerró en 955 pesos para quienes querían vender y $ 985 para quienes querían comprar. Un nivel que sorprende, muy por debajo del que dejó la anterior gestión, a pesar de que en este espacio de tiempo hubo una alta inflación. 6) El acortamiento de la brecha cambiaria, que llegó a estar en el orden del 200 por ciento y actualmente está un poco por sobre el 10 por ciento. Abre la posibilidad de anticipar la unificación del mercado cambiario, para lo cual el Gobierno apunta a tener antes un colchón de 15 mil millones. 7) La suba de las acciones y los títulos. 8) El reacomodamiento de los precios relativos, severamente alterados en periodos fuertemente inflacionarios. Con el aval legislativo a las medidas desregulatorias, el blanqueo de capitales y la implementación de la reforma laboral, el Gobierno apunta a recrear las condiciones para el crecimiento de la economía, con mayores inversiones y, a la vez, lograr el financiamiento genuino de los aumentos jubilatorios con recursos reales, provenientes de los aportes de una enorme cantidad de nuevos empleos que hoy no se verifican por la llamada industria del juicio. En este tiempo, está claro que el Gobierno logró instalar en la gente que, si no ha podido avanzar con mayor rapidez en el proceso de recomposición de los salarios y las jubilaciones, así como en la baja de la inflación, ello se ha debido «al corsé legislativo» impuesto por una oposición que, a la hora de la verdad, aun tratándose de aliados, han priorizado «el sentido de casta» que el Gobierno les atribuye. Un accionar corporativo de corte transversal que defiende el «statu quo» de la vieja política, en la interpretación de Milei, que pone como ejemplo la resistencia a la eliminación de los llamados fondos fiduciarios que eran considerados «cajas negras» de la política y cuya administración se hacía sin criterios ni controles. El Presidente aludió a que sólo con esos fondos, se estaba en condiciones de adecuar la movilidad jubilatoria, con financiación propia que no genere emisión. A Milei lo sacan las propuestas de los opositores, más incluso de los llamados aliados o normales, como los que lidera Miguel Pichetto, que avalan mayores gastos sin tener el reparo lógico de la contrapartida que torne neutro el mayor desembolso. Un defecto que caracteriza a los políticos de café, que nunca trabajaron ni saben lo que es hacer un 931, o sostener una empresa.
LA CRISIS DEL RADICALISMO
Por estos días, el Comité Nacional de la UCR sigue sin dar señales. Quizás a la espera que el tiempo acomode las cosas. Por ahora, pareciera claro que el juego de Martín Lousteau, exponente como pocos de los intereses del Amba, es uno; y el del resto del radicalismo, otro. Hay una realidad que sobresale. La Unión Cívica Radical controla cinco provincias y muchas intendencias. La prioridad pasa por la caja. El día a día de la gestión, de cara al futuro turno electoral. A ello se suma la complejidad del escenario electoral para armar las ofertas de legisladores municipales, provinciales y nacionales, en una elección complicada como será la de medio tiempo de 2025. Hoy, podría decirse, que tanto Lousteau como Gerardo Morales no tienen retorno, al menos en los niveles de máxima conducción política. En el caso de Lousteau, está claro que hay «una evidente colisión de intereses» entre los propios, y el de los gobernadores que deben administrar realidades, debiendo mantener «línea abierta» con la Casa Rosada para ir sobreviviendo. Además, y no es un hecho menor, asoma la política de alianzas que la UCR capitalina planea para la sucesión de Jorge Macri en 2027. Lousteau apunta a una tercera oportunidad y, para ello, intenta acercarse al kirchnerismo para sumarlo a un frente que le permita disputar la Jefatura de Gobierno con mayores posibilidades. La fórmula Lousteau-Santoro es una posibilidad cierta con un final abierto que podría cambiar el eje de poder y la conformación del escenario electoral nacional en el que el PRO perdurará sólo en la medida en que conserve el control territorial de la Ciudad Autónoma. Algo que puede quedar en riesgo si progresan estas conversaciones subterráneas que podrían, además, tener vinculación con el sorprendente voto que, en soledad, emitió en el Senado para sorpresa, más de propios que de extraños, que siempre lo consideraron no tan lejos, más allá de la retórica discursiva.
¿Y EL PJ?
Se habló de la conformación de una Comisión de Acción Política que se haga cargo, transitoriamente, de la conducción. No se concretó en el curso del Congreso. Obviamente, así como no hubo acuerdo por un presidente sustituto, tampoco por la integración de ese espacio, fundamentalmente, porque la propia conformación del Consejo Nacional está cuestionada en su legitimidad de origen. Se hace necesaria «una oxigenación y relegitimación» por el voto directo de los afiliados para darle músculo a un partido que hace años no funciona, no define estrategias ni prioridades, no tiene debate ni funcionamiento orgánico como supo ser décadas atrás, donde -es cierto- había otros niveles en los cargos de conducción. Hoy, el justicialismo carece de liderazgo, pero, lo más preocupante, no ha logrado conformar un estado mayor que entienda que debe volver a ser un partido nacional y no una confederación de cacicazgos provinciales que se rascan para adentro, alambrando sus territorios sin vocación de poder nacional. Con todo, y en la medida en que logre llevar a cabo una renovación de sus cuadros, así como de sentar las bases de una organización que hoy no existe, el PJ puede terminar siendo la opción más fuerte de cara a 2027, tan lejos y tan cerca en el tiempo. Está claro que para obtener resultados distintos hay que hacer las cosas de manera distinta. Y está claro que el peronismo no debe resignar el primer término de la fórmula presidencial, como lo ha hecho en 2019 y en 2023. Ninguno de los que corrieron con sus colores tenían el prestigio ni la trayectoria militante acorde a la responsabilidad asumida. Ambos eran parte de otras estructuras. En el caso de Sergio Massa, sigue militando en el llamado Frente Renovador, una circunstancia no menor, que quizás explique por qué «faltaron cinco para el peso» en el ballotage.
EL PRO, EN UNA ENCRUCIJADA
Con Mauricio con la conducción formal, Horacio Rodríguez Larreta empacado «en cuarteles de invierno» y Patricia Bullrich más integrada a La Libertad Avanza que al PRO, los «amarillos» enfrentan el dilema de qué hacer de cara a 2025, y cómo manejar la relación siempre difícil con un Milei que los ningunea ya sin cubrir las formas. Una situación incómoda, como la de los propios radicales que no tienen en claro cómo insertarse en una elección tan difícil como la de medio tiempo, al menos en lo que hace a la lectura nacional de los resultados. Los más preocupados son sin duda los llamados «normales», un racimo de legisladores nacionales sin base territorial que pesan en el Congreso, pero que de tanto girar en el vacío quedaron sin inserción en una oferta nacional. Esto va desde Carrió hasta Pichetto, pasando por Emilio Monzó, Margarita Stolbizer, Nicolas Massot. Figuras con mucha prensa, pero, quizás, no tantos votos ni la posibilidad de conformar una oferta electoral común con alcance nacional. En el medio, el poderoso aparato del peronismo cordobés que, en una elección de medio tiempo, se complica aún más. No forma parte del PJ, pero tampoco el partido nacional dispone su intervención. Quizás, la evidencia más clara de la falta de una conducción con peso y legitimidad. Lo lógico sería lo de «se está o no se está». Y si no se está, «privarlo de la boleta del PJ», pero la falta de legitimidad en el PJ nacional hace que no haya autoridad para una decisión ordenatoria tanto más cuanto los papeles están flojos. Llaryora es alguien a tener en cuenta. Él, como Wado de Pedro, quizás hoy por hoy -de cara a las elecciones presidenciales- son los dos únicos con perfil para competir en segunda vuelta. Axel Kicillof, sobre quien pesa la maldición histórica de que ningún gobernador de Buenos Aires ha llegado al Sillón de Rivadavia, tiene que sortear una gestión muy difícil en lo económico, pero, además, su figura divide mucho las aguas sin posibilidad de ir sobre el mercado electoral tradicionalmente esquivo al kirchnerismo. Los que conocen de política aseguran que, como en todo proceso de la naturaleza del que se está viviendo, revolucionario en muchos aspectos, la lógica indica que, más allá de un previsible buen resultado en la elección de medio tiempo, la realidad en las presidenciales podría ser diferente. Es la experiencia de la historia, en línea además con aquello de que «llegar se llega, por distintas circunstancias, lo difícil es mantenerse y proyectarse». De ahí la importancia de manejar los tiempos, las ansiedades y redefinir, en términos realistas, la estrategia. En el caso del PJ, la mediocridad en el análisis lleva a que no se defina, con claridad quién es el adversario a vencer. Algunos ven el enemigo en Milei. Otros coinciden en que sigue siendo Macri. La falta de debate interno y de conducción de los bloques legislativos hace que el peronismo navegue sin rumbo, aunque, aun así, las condiciones objetivas pueden terminar favoreciéndolo.
LA DISCUSIÓN POR LOS CARGOS EN LA CORTE SUPREMA
Este medio lo asegura desde 2021, cuando se fue por la puerta de atrás la ministra Highton. Una jueza que llegó precedida de prestigio por su desempeño en las cámaras civiles, pero terminó de la peor forma. La Corte Suprema recién se completará al comenzar el periodo ordinario de 2025, no antes. Alberto, que no logró que su candidato a procurador general -Daniel Rafecas- siquiera pasara a la consideración de la Comisión de Acuerdos, prefirió no proponer a nadie en su reemplazo, consciente de que juntar 48 votos no era fácil, aunque no menos fácil era que Cristina lo habilitara para lograr dictamen. Hace unas semanas, cuando Javier Milei anunció el nombre de Ariel Lijo y García Mansilla, incluso cuando muchos descontaban la posibilidad de cerrar los números, este medio insistió en que habría que esperar a 2025. A partir de diciembre de 2024, la Corte, con la salida de Juan Carlos Maqueda funcionará con tres jueces hasta que se complete. Aunque, en caso de ser necesario, se convocaría como subrogantes a dos presidentes de cámaras federales para completar el Tribunal. Recién para el segundo trimestre del año venidero y conforme a la realidad política que entonces muestre el Senado, será posible avanzar con los acuerdos que no sólo incluirá a las dos vacantes de jueces, sino también, al no menos importante cargo de Procurador General. Quizás hasta el Defensor del Pueblo, vacante desde hace varios años que requiere, también, de los dos tercios. Será el tiempo de la política con operadores que conozcan el paño para un lugar tan expectante como es la determinación de quiénes se sentarán en la mesa decagonal del cuarto piso del Palacio de Tribunales. Todo lo que se hable por estos meses serán «fuegos de artificios», hasta que el Poder Ejecutivo termine por retirar los pliegos enviados. Crónica de un final anunciado por este medio que difícilmente se equivoque. La Corte tiene sus códigos, sus tiempos y sus formas. Está claro que es un terreno que Milei desconoce bastante; más complejo, por cierto, que el del Congreso de la Nación y donde no hay espacio para «largar la boca».
CAMINO HACIA «LA DOCTA»
Todo parece indicar que, luego de los primeros escarceos, donde los gobernadores creyeron ser dueños de una fuerza que no tenían, el Poder Ejecutivo comenzó a hacer efectivo lo que había anticipado. O sea, a hacer uso de los resortes del poder con una batería de medidas que hicieron que los mandatarios provinciales comenzaran a entender que el Presidente es «un hueso duro de roer», no dispuesto a hacer concesiones que impliquen poner en riesgo su plan «del déficit cero». De a poco fueron siendo más concesivos en el lenguaje, guiados por sus propias necesidades de subsistencia. Los que hablaron más de la cuenta bajaron sus notas en el cuaderno Rivadavia de cabecera de la mesa de luz presidencial. En este marco, y por estos días, están «en las pinceladas finales» de un acuerdo que resulta inevitable porque, además, para el común de la población, la política es la que complica el logro de las soluciones. Un tema sensible en términos de opinión publica en que el Presidente, al menos hasta ahora, lleva las de ganar en la medida en que la gente sigue considerando que la responsabilidad recae sobre lo que considera como casta en el decir de Milei.
UNA CARRERA CONTRA EL RELOJ
El gran interrogante que domina la escena es si el aval del Congreso llegará, en tiempo hábil, como para ver más nítidamente reflejados los resultados, particularmente la baja de la inflación a menos de un dígito. La preocupación que hasta ahora no reflejan los sondeos es el nivel de resistencia de los sectores más vulnerables que son, paradójicamente, quienes más siguen apoyando el rumbo, convencidos quizás de que es el camino a seguir. En esta preocupación coincide el Papa y el FMI, que temen por la posibilidad de que el ajuste tenga consecuencias indeseadas. El Presidente -por ahora- cree que no hay que poner en riesgo las metas y prefiere echar la culpa a la política por la falta de sensibilidad social al ejercer «un virtual bloqueo o corsé» sobre las decisiones legislativas que, hasta ahora, no se plasman. El 25 de Mayo, en Córdoba se espera que todos los gobernadores rubriquen el llamado Pacto de Mayo. Antes de eso, que le otorguen al Gobierno las herramientas pedidas, a partir de las cuales el Presidente podría dar mejores respuestas sin poner en riesgo el objetivo del déficit cero que no está dispuesto a resignar. A esta altura, los mandatarios provinciales tienen ya en claro que no tienen más margen para tensar la cuerda. Hombre de reacciones rápidas a Milei no le cuesta decisiones fuertes que podrían volver todo a fojas cero, con mayores costos, algo que ningún gobernador quiere.
EL «CUCO» DE LA CORTE
Los gobernadores, al menos la mayoría de ellos, han tomado nota que la recurrente advertencia de ir a la Corte no le mueve el amperímetro a un Gobierno que sabe que los tiempos de la Justicia no se compadecen con los de la economía ni la política, ni el de los propios medios. Ya lo dice el refrán: «Mejor un mal arreglo que un buen pleito». Este dicho adquiere mayor actualidad si se observa lo difícil que es obtener un fallo a favor del alto Tribunal y el carácter meramente declarativo de este con una Corte como ésta, que no se preocupa en hacer cumplir sus propios fallos. Así las cosas, han comenzado «a recalcular», teniendo en cuenta que las necesidades apremian.