Trabajadores del Vaticano comenzaron este viernes a colocar la chimenea en lo alto de la Capilla Sixtina. La instalación forma parte del ritual que acompaña al cónclave, el proceso que comenzará el 7 de mayo para designar al nuevo papa.
Desde ese día, millones de personas seguirán atentos la señal que saldrá de esa chimenea.
Cuando llegue el momento de elegir al sucesor de Pedro, la tradición indica que, si hay un acuerdo, se verá humo blanco. En cambio, si no se alcanza una decisión, se emitirá humo negro. Este nuevo cónclave se celebra casi tres semanas después del fallecimiento del Papa Francisco.
Serán 133 los cardenales que se encerrarán desde el miércoles en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, para participar en la votación secreta que determinará quién será el próximo líder de los 1.400 millones de católicos en el mundo.
Las papeletas con los votos serán quemadas en una estufa especialmente preparada. De ahí saldrá el humo que informará al mundo sobre el resultado.
En caso de que se haya elegido al nuevo pontífice, el humo será blanco, señal del tradicional anuncio: “Habemus papam”. Un momento que se vive con una enorme emoción entre los fieles del mundo.
Si no se llega a un consenso, tras cada par de sesiones diarias de votación se usará una mezcla química que genera humo negro.
Durante el proceso, los llamados “príncipes de la Iglesia” votarán cuatro veces al día: dos en la mañana y dos por la tarde.
El cónclave es una tradición que se remonta a la Edad Media, en tiempos en los que elegir a un líder por votación era una novedad radical.
Además de las papeletas, también se incineran las anotaciones tomadas por los cardenales durante el proceso.
La elección del nuevo Papa
El cónclave que está por comenzar será el número 76 en el formato actual, establecido en 1274 por el papa Gregorio X. Antes de esa fecha, se hablaba simplemente de la “elección del Pontífice”. Durante los primeros doce siglos del cristianismo, el Obispo de Roma, considerado sucesor de Pedro, era escogido con la participación de la comunidad cristiana local.
El clero evaluaba a los candidatos sugeridos por los fieles y, finalmente, los obispos decidían. Sin embargo, entre los siglos IV y XI, el proceso también estuvo fuertemente influido por actores externos, como emperadores romanos y carolingios, que buscaban intervenir en la designación papal.