Siete años de silencio y dolor se rompieron en una conferencia de prensa que conmovió a todos los presentes. Silvia, la mamá de Enzo Pittau, el viernes por la tarde, tomó la palabra con una valentía conmovedora, impulsada por un grito interno que su hijo le pedía: «¡Vieja, por fin hablaste!», dijo al contar que Enzo le diría desde algún lugar. Él falleció el pasado domingo cuando jugaba al fútbol con su club Don Orione en una cancha de Machagai: un ataque al corazón.
Por Patricia Muñoz
Con una voz, cargada de una mezcla de agradecimiento y profunda tristeza, se alzó para pedir justicia por Enzo, un joven futbolista que, según su madre, murió con el corazón «muy herido» tras años de una lucha judicial que califica de injusta y orquestada.
«Dios, lo primero que quiero hacer es agradecer infinitamente el respeto, el amor que le tenían a mi hijo», comenzó Silvia, con la voz entrecortada, dirigiéndose a un público visiblemente emocionado, entre ellos amigos de la infancia de Enzo, su yerno, y allegados que lo acompañaron hasta el final. La madre no dudó en reconocer el apoyo recibido en los momentos más oscuros, desde la intendencia hasta «la señora azul», que «nos acompañó en un momento de mucho dolor pidiendo justicia por mi hijo».
Silvia fue enfática al aclarar que su reclamo no tiene tintes políticos. «Esto no es político. No tengo bandera política, jamás hicimos bandera política con mi esposo. Mi esposo es comerciante y yo soy maestra jardinera», sentenció. Su único motor es que la tragedia de su hijo «sirva para algo», para que «no haya otro Enzo», otra víctima de la injusticia.
La «Ley Enzo» y el drama de las «falsas denuncias»
El dolor de Silvia se ha transformado en una cruzada por dos peticiones fundamentales. La primera, una «Ley Enzo» que garantice la presencia de psicólogos deportivos en las canchas. «Tienen que tenerlos contenidos porque ellos salen a la cancha a dar todo, como dijo mi hijo en su último pateo: a dar la vida y el alma», explicó, recordando la pasión de su hijo por el fútbol, una pasión que lo llevó a su trágico final en una cancha de Machagai, lugar de nacimiento de su padre. «Murió de angustia. No aguantó su corazón, murió de dolor», lamentó.
La segunda petición es la donación de una ambulancia para Machagai a nombre de su hijo, un deseo que, según Silvia, de alguna manera le transmitió Enzo al morir en ese lugar tan significativo para su familia.
La madre de Enzo denunció la existencia de «muchos Enzos» en la sociedad, jóvenes que, como su hijo, son «denunciados falsamente por resentimiento, no sé por qué». Se refirió a un alarmante número de casos de hombres con tobilleras electrónicas por denuncias que, según su experiencia, carecen de sustento. «Descubrí que hay muchos Enzos denunciados falsamente por resentimiento… pero hay muchos muchos Enzos con tobilleras, con ese dispositivo dual», expresó con indignación.
Un calvario judicial y la denuncia de un «poder» implacable
Silvia no se guardó nada al relatar el calvario judicial que vivió su familia. Describió cómo Enzo fue detenido el 1 de junio, y cómo, en una audiencia posterior, su abogado les sorprendió con la noticia de «dos causas más» que, según ella, ya estaban siendo «armadas». La madre recordó la firmeza de su hijo: «Mami, yo lucho hasta la última consecuencia porque yo a ella no le toqué ni un pelo, mamá». A pesar de las súplicas de sus padres para que aceptara un abreviado, Enzo se negó rotundamente a declararse culpable.
Entre los momentos más impactantes de su relato, Silvia denunció irregularidades en la causa por la que su hijo fue condenado a 3 años de prisión en suspenso. Cuestionó el accionar de la entonces directora del SINAP, Paola Benítez, quien luego fue ministra de Salud. Señaló que la denuncia se basó en un «simple formulario» y que no se investigó a fondo, pese a que la propia niña no fue revisada. «Ella le da 72 horas para que haga la denuncia… ¿Qué hizo en esas 72 horas? Ella, hija, familia judicial, corporación seria… No sabía dónde ir a la denuncia que fue a un organismo público. ¿Cómo supo ella denunciarlo a mi hijo la primera vez por violencia de género y esta vez que se trataba de su hija, que era algo mucho más grave, no supo? ¿No se preguntan eso?», cuestionó Silvia.
La madre de Enzo lamentó la «novela» que presenció en el juicio, donde el único testigo a favor de su hijo no fue notificado, mientras el testigo en su contra sí compareció. «Cuando yo veo que sale del despacho de la jueza, el testigo que iba a declarar contra mi hijo… No podía creer. Yo decía, ‘Este no es ese muchacho'», rememoró, cuestionando la imparcialidad del proceso. También comparó el caso de su hijo con el de otro joven con una nariz rota que recibió una condena menor. «A mi hijo por fotos le dio 3 años en suspenso», enfatizó.
El arrepentimiento de un silencio impuesto y el fin de una batalla
Silvia se arrepiente de no haber hablado antes, de haber acatado la «recomendación» de callar. «Muchas veces cuando yo con mi esposo lo íbamos a ver detenido, me decía, ‘Mamá, mamá, organiza con los chicos, hace marcha, mamá. Mamá, salí’. No pude, hijo, no pude. Y hoy no me calla», dijo con lágrimas en los ojos. «Hoy mi hijo debe estar diciendo, ‘Güey, vieja, por fin hablaste, por fin hablaste'».
La abogada de la familia, Gabriela Jarolín, fallecida por COVID-19, fue recordada por su incansable lucha y por no importarles sus honorarios, al igual que Inés Reina. Ambas «lucharon mucho» por la inocencia de Enzo.
La madre de Enzo denunció la manipulación de documentos, mencionando el caso de la historia clínica de su nieta que, según ella, «por arte de magia» apareció después de que un oficial de justicia fuera dos veces a buscarla sin éxito. Incluso mostró un documento con un membrete de 2015, cuando su nieta nació en 2016, lo que demuestra, a su parecer, la irregularidad en la confección de las pruebas.
La familia sufrió una vez más al descubrir que, en la ficha de inscripción de su nieta en el jardín de infantes, figuraba la nueva pareja de la ex de Enzo en el lugar del padre. «Tengo audios del 2018 cuando todo empezó donde un juez dice, ‘Este chico ya está condenado antes de ser juzgado'», reveló Silvia, dispuesta a mostrar esas pruebas si es necesario.
La dolorosa despedida y un llamado a la verdad
El relato de Silvia culminó con la dolorosa descripción de los últimos días de Enzo. Su hijo, quien padecía hipertensión, había dicho: «¿Para qué mamá? Mi vida ya no tiene sentido». La madre recordó cómo lo vio llorar cada 2 de febrero (cumpleaños de su hija) y cada Día del Padre, fechas que intensificaban su sufrimiento por no poder ver a su hija, debido a un «bozal legal» que les impedía hasta mencionar su nombre o publicar fotos.
El último golpe fue la notificación de un nuevo juicio, a pesar de haber cumplido más del 50% de su condena. «Pensé que me decían que me sacaban la tobillera», lamentó Enzo en su último día, un miércoles antes de su fallecimiento.
Silvia agradeció públicamente a la jueza Brenda Mirarte de Sosa Dansey, quien, según su testimonio, «tuvo los ovarios que nadie tuvo» al decir la verdad, y le permitió a Enzo salir libre. «La hostigaron, la persiguieron, ella no va a salir a decir porque es una señora jueza y grábenselo y ojalá que me escuche y la agradezco como mamá», expresó conmovida.
El mensaje final de Silvia es un llamado de atención a los hombres: «Cuídense, hombres. Cuídense mucho. Hoy es mi hijo, mañana puede ser usted una mujer despechada que mata silenciosamente». Enzo, según su madre, «no aguantó más el dolor que tenía por ver a su hija. Le destruyó esa tobillera».
El corazón de Enzo, el «goleador del pueblo», se rindió ante la angustia y el dolor de una lucha que lo sobrepasó. «Murió de angustia. No aguantó su corazón, murió de dolor», repitió Silvia, con la voz entrecortada, pero con la firme determinación de no callar más. «Lo único que pido a Dios que no desfortalezca a mí, a mi esposa, para que no calle la voz de mi hijo de su inocencia». La batalla de la familia Pittau recién comienza de nuevo, con el dolor de la pérdida, pero con la fuerza de un amor inquebrantable y la búsqueda incansable de la verdad y la justicia.
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