Un santiagueño fue fusilado el fin de semana por sicarios en Misiones y todo indicaba que el «trabajo» guardaba estrecha relación con la detención del agenciero automovilístico, Hugo Alejandro Kalenok, apresado en Presidencia Roque Sáenz Peña con 90 kilos de cocaína valuada en $2 mil millones.
Del sicariato, trascendió que antes de las 20 del pasado sábado, dos sujetos descendieron de una motocicleta. Dispararon tres veces contra el santiagueño, quien cayó en un charco de sangre.
FRENTE A SU CASA
El escenario fue frente a su casa, en el barrio A3-2. El santiagueño recibió tres disparos: uno en la cabeza, otro en el tórax y un tercero en un brazo.
Minutos después, fue asistido de urgencia y trasladado en el móvil policial al Hospital Madariaga, donde permanecía en Terapia Intensiva, con probabilidades de ser intervenido quirúrgicamente.
Tras el ataque, los efectivos resguardaron la escena del hecho y dieron intervención a Policía Científica para las pericias correspondientes.
En paralelo, personal de Investigaciones trabajaba activamente para dar con los sicarios, secuestrar la motocicleta y el arma empleada, apoyándose en el análisis exhaustivo de las imágenes del sistema de cámaras del 911, publicó el diario Panorama.
SUS ANTECEDENTES
Siempre en base al proceso, el santiagueño tendría antecedentes penales. Era investigado por golpes cometidos en Misiones y en Paraguay: el fuerte de las causas eran contrabando y drogas. Un vocero añadió que es imposible descartar que la balacera no tenga vínculo con la caída del misionero Kalenok en Sáenz Peña.
El hombre fue apresado la semana pasada, tras una alocada persecución por ruta nacional 16 entre Santiago del Estero y Chaco, durante 270 kilómetros.
Al lograr ser detenida la camioneta 4 x 4 de Kalenok, los policías descubrieron que llevaba 90 kilos de cocaína camuflada en bloques de cemento. Ello salió a la luz merced a la intervención de un perro antinarcóticos.
El detenido en Sáenz peña ya está en Santiago del Estero, fue indagado y evitó referirse a la droga. Sí clarificó que no chocó a dos gendarmes, como incluye la grave acusación del juez Federal, Sebastián Argibay.
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Los investigadores sostienen que el brutal ataque tendría relación con los 90 kilos de cocaína que los narcos perdieron entre Santiago del Estero y Chaco.
El santiagueño Arturo Alejandro D. habría sido emboscado por tres sicarios paraguayos, en ascendente guerra por negocios con contrabando y drogas, cuyo «potencial» y logística -del lado de Misiones- era atribuida a la víctima y a sus aliados chaqueños.
Básicamente, allí gira el radar policial, 24 horas después que el santiagueño recibiera una ráfaga de tiros en su humanidad, mientras intentaba ingresar a su casa en el barrio A3-2 manzana 28, en Posadas, Misiones.
Los testigos señalaron que al menos uno de los desconocidos bajó de la moto y asestó varios machetazos, es decir intentó asegurarse que el «trabajo» fuese terminado.
Aún con tres balazos en la cabeza, un brazo y el tórax, más los cortes por el machete, la víctima era monitoreada por los médicos en una sala del Hospital Madariaga.
UNA FACCIÓN CHAQUEÑA
Sin voceros oficiales, los policías misioneros sospechan que el santiagueño conformaba una facción «chaqueña» que en los últimos años habría engordado sus arcas con contrabando y cocaína. Ello emanaría de procesos abiertos en contra del hoy herido, quien era buscado por las fuerzas misioneras y acaban de ser «primereadas» por los sicarios.
Los mismos voceros añadieron que aún difuso, no puede ignorarse el secuestro de 90 kilos de cocaína entre Santiago del Estero y el Chaco, protagonizado por el agenciero de autos, Hugo Alejandro Kalenok (con residencia en Misiones), al mando de una 4×4, tras una alocada persecución de 270 kilómetros por la ruta nacional 16.
¿El santiagueño y el misionero se conocían? ¿Comenzó el cobro de la droga perdida, valuada en $2. mil millones? ¿La balacera es el pago para quienes terminan mal el trabajo? ¿Mexicaneada?, representaban al cierre la encrucijada aún irresuelta en Misiones.
Lejos de la tensión policial, el santiagueño permanece con oxígeno. Su pronóstico es reservado y nadie puede aventurar nada.
Afuera de la sala, un policía vigila que no suceda nada que desentone con el paso de médicos o enfermeras con suero.

