Tras el fallo de la Corte Suprema que ratificó la condena a seis años de prisión a Cristina Fernández de Kirchner, los gobernadores del peronismo comenzaron a tomar distancia del armado político que impulsa La Cámpora. Si bien expresaron su respaldo a la ex presidenta, iniciaron una estrategia para disputar el control de las listas en sus provincias, con el objetivo de limitar la influencia del sector liderado por Máximo Kirchner.
Cristina Fernández de Kirchner mantiene una centralidad política que la distingue del resto de los referentes del peronismo, pero ese liderazgo simbólico es interpretado por muchos dirigentes como una herramienta que La Cámpora intentará capitalizar de cara a las elecciones de octubre.
Ante esa posibilidad, los gobernadores consolidaron una posición común: preservar el control de los armados territoriales y evitar que una agrupación con escasa inserción en las provincias condicione las estrategias locales desde una lógica ajena a sus realidades concretas.
En una reunión reciente realizada en la sede partidaria de Matheu 130, los mandatarios provinciales reclamaron «más realismo en las estrategias nacionales del Partido Justicialista» y un reconocimiento efectivo a quienes gestionan en los territorios. Asimismo, exigieron el fin de las intervenciones partidarias que se promovieron durante la conducción de Cristina Kirchner en el PJ.
El pedido de los gobernadores apunta a evitar que La Cámpora repita el esquema de construcción política basado en el uso de la lapicera, como sucedió en casos como Chubut, Jujuy y Corrientes. La voluntad de los mandatarios es que los armados territoriales respondan a las dinámicas locales y no a imposiciones verticales.
EL CASO MENDOZA Y EL DESGASTE DE FERNÁNDEZ SAGASTI
Uno de los ejemplos más representativos del cambio en la conducción del PJ es el caso de Mendoza. La senadora Anabel Fernández Sagasti, referente de La Cámpora en esa provincia, perdió poder luego de una serie de derrotas electorales. En las elecciones generales de 2023, el peronismo apenas alcanzó el 14,73% de los votos.
En ese contexto, la conducción partidaria fue asumida por los intendentes, con Emir Félix como figura principal. Estos actores ya definieron que no habrá lugares en las listas para el sector que responde a Máximo Kirchner, el cual intenta reposicionarse con el sello Unidad Popular.
La decisión refleja una tendencia que se repite en varias provincias, donde los referentes territoriales buscan consolidar estructuras propias que garanticen competitividad electoral sin depender de los lineamientos de La Cámpora. Las críticas se concentran en que la agrupación carece de peso específico en el interior del país y solo ha logrado posiciones a través de acuerdos o imposiciones.
La tensión se vuelve aún más marcada ante el proceso de definición de las listas de candidatos para las elecciones de octubre, donde se anticipa una puja intensa entre los sectores que representan a los gobernadores y los espacios vinculados al kirchnerismo duro.
LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y LA ESTRATEGIA DE KICILLOF
En la provincia de Buenos Aires, el gobernador Axel Kicillof trabaja en un armado local con fuerte protagonismo de los intendentes. Su objetivo es sostener la gobernabilidad territorial y blindar su gestión, al tiempo que busca limitar la injerencia de La Cámpora en la definición de candidaturas.
El Movimiento Derecho al Futuro, que responde a Kicillof, rechaza abiertamente que Máximo Kirchner encabece la boleta en la tercera sección electoral. «Cada intendente tendrá que ir al departamento de la ex presidenta para someterse a su voluntad», ironizó un dirigente. Sin embargo, existe disposición a negociar lugares en las listas nacionales si se garantiza autonomía en el ámbito local.
Sergio Massa, por su parte, intenta ubicarse como tercera pata en la discusión. Su intención es quedarse con un tercio de las candidaturas en caso de que se logre un acuerdo de unidad. El ex ministro busca influir especialmente en la elección de diputados y senadores provinciales.
La estrategia de Kicillof refleja una lógica que se replica en otras provincias peronistas: ganar en el plano local como plataforma de poder hacia 2027. «Si los gobernadores esperan que Cristina marque el camino, estamos en un problema grave», advirtió un legislador con experiencia en la interna partidaria.
Cristina, y los gestos de apoyo
Cristina Fernández de Kirchner continúa ejerciendo influencia dentro del peronismo, pero desde un rol más introspectivo y reservado. Tras la marcha a Plaza de Mayo, la ex presidenta agradeció los gestos de apoyo, especialmente los de Kicillof y el gobernador riojano Ricardo Quintela, con quienes comparte diferencias internas.
Las peleas de Cristina son con Formosa, con La Pampa, con Tierra del Fuego o con Santiago del Estero, que ella definió como su gran aliado. La presencia de Kicillof y Quintela en la movilización, constrastó con la de otros mandatarios provinciales que optaron por no acompañar públicamente.
Según trascendió, en las últimas reuniones Cristina ha cambiado de actitud y escucha más a sus interlocutores. Un legislador le reprochó recientemente que estaba «peleando con los más leales». Esa escena tuvo lugar horas antes de la visita de Quintela a su domicilio en Constitución.
No obstante, una fuente del Senado señaló que «el apoyo de los dirigentes del peronismo a Cristina no elimina los problemas internos».
Lo cierto es que la condena judicial generó una reacción unificada, pero no borró las tensiones ni garantiza cohesión hacia el futuro inmediato.
De cara a octubre
A medida que se acerca el cronograma electoral, las diferencias entre los distintos sectores del peronismo podrían acentuarse. Aunque por ahora predomina la intención de preservar la unidad, los armados provinciales avanzan con criterios propios y en algunos casos en abierta disidencia con La Cámpora.
Los gobernadores evalúan sus chances y ajustan sus estrategias con un ojo puesto en la próxima elección y otro en la reconstrucción del peronismo postkirchnerista. El desenlace dependerá de la capacidad de negociar equilibrios y de evitar que las internas debiliten al conjunto frente a los desafíos electorales.
La centralidad de Cristina sigue siendo un factor de peso, pero su margen de maniobra se reduce en la medida que las estructuras territoriales reclaman mayor autonomía. El desenlace de esta pulseada definirá el perfil del peronismo para los próximos años.
Unidad formal pero con divergencias estratégicas
Pese a las diferencias, los sectores internos del peronismo coinciden en que no es momento de fracturas. Ninguna de las partes plantea abiertamente romper la estructura partidaria, por lo que se descarta, al menos en el corto plazo, una fuga en los bloques legislativos.
La estrategia parece ser la de contener las tensiones hasta después de las elecciones. La mayoría de los actores del PJ reconocen que una mala elección en sus provincias podría debilitar su proyección y obstaculizar el armado nacional para 2027. Por eso, priorizan el control territorial antes que el enfrentamiento abierto con el kirchnerismo.
La CGT, en tanto, mantiene un respaldo simbólico a Cristina, aunque sus principales preocupaciones están ligadas al sostenimiento de las obras sociales y al impacto del ajuste económico sobre el empleo formal. La central sindical no aparece hoy como factor decisivo en el armado electoral.
En este contexto, el peronismo enfrenta el desafío de construir una propuesta programática con capacidad de incluir a todos los sectores sin repetir los errores del pasado. Las elecciones de octubre serán una prueba clave para medir los equilibrios internos y definir el rumbo del partido en los próximos años.